Grabado en mis pupilas, reaparece el resplandor de tus ojos en medio de la penumbra. Es tan profunda e infinita que no cuesta trabajo perderse en ella. Pareciera que emana luz propia esa mirada tuya a la que tanto he deseado sentir mía.
Tu rostro enmarcado por ese cabello con destellos oscuros que combinan tan bien con la fantasía de acariciarlo. Tus labios rosas y delicados, dibujando una sonrisa que decidiste inmortalizar y regalarme. Hace muchos meses y mis suspiros están tan largos y llenos de anhelo como el primer día.
Algo cálido me llena el pecho como reacción a la idea de tenerte aquí para observar el cielo y la luna. Es casi mágico. Como tú, como nuestra historia. Y esa encantadora y dulce voz penetra mis pensamientos diciéndome que estoy loco por pensarte así. Y quizás sí lo estoy, pero lo estaría más si dejara irte porque sí de mi vida.
Es tu recuerdo, a menudo, lo más tangible y alentador a lo que me puedo aferrar cuando todo parece ir mal.
Cuando te extraño no me queda más que escribir y repetirme que no tardarás en regresar. Que ya pronto te veré. Un monólogo pretendiendo que te susurro al oído me hace hablarte aunque jamás escuches ni la mitad de lo que te digo. Y es así, pensándote, que finalmente me pierdo enrtre tu imagen y mis sueños, en los que casi inconscientemente deseo que también aparezcas, y que lo recuerde, para no extrañarte tanto durante los días en que te esfumas sin razón..
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