Pisaré sobre tus huellas, me colgaré de tu mano, tengo
miedo de volver y que todo haya cambiado, pero aquí todo sigue igual, nosotros
somos los diferentes. No me animo a abrir los ojos y no verte en ningún lado,
es preferible asirse a lo que pudo haber sido y a un recuerdo falso. Eres
aroma, eres viento, eres sed y luego nada, te me cuelas por los ojos, entre el
pelo, me llegas hasta el alma entre ecos del ayer, te desvaneces y apareces y
vuelvo a ser feliz. Tienen tus colores todos mis intentos por respirar como
Dios manda y dejar de suspirar cada vez que a tu sombra se le antoja acompañarme. Si alguien merece aparecer en los créditos finales no eres tú, ni tampoco yo. Tienes mi permiso de exprimirme los sesos en busca de alguna duda con respecto
a ti, porque sé que no vas a encontrar nada; si no es mucha molestia, de una
vez llévate todas tus cosas y termina por marcharte. Te estás aferrando a mí y tus uñas me están rompiendo la
piel. Si quieres ven y acércate, que te voy a cantar algo, wave goodbye, wish me well, you’ve gotta let me go. Y si gustas, contraataca; susúrrame al oído close your eyes, clear your heart, cut the cord, y vas a dar justo en la herida. Quiero algún día poder decirte de frente que ya no causas
ningún efecto en mí. Pero para cuando termines de desenredar los hilos yo ya
pesaré veintiún gramos menos.
martes, 26 de febrero de 2013
sábado, 23 de febrero de 2013
A ti, mujer.
A ti, mujer, que cada día inspiras, luchas y amas.
Que cautivas y enamoras con tu belleza incondicional.
Que no importa la adversidad de las cosas,
siempre encuentro en ti una razón para pensar que no estoy tan mal.
Mujer, que con amor asumes el milagro de traer vida al mundo,
arriesgas todo por tus hijos, y por ellos todo lo das,
hasta tu propia vida entregarías sin titubear un segundo,
amor como el que brinda una madre no habrá otro jamás.
Que instruyes en el aula sobre la ciencia y sobre la vida,
y que en muchos niños despiertas imposibles amores,
otros ven en ti a una hermana mayor muy querida,
o hasta una segunda madre que apoya al sentirnos perdedores.
A ti, que tiendes la mano y prometes todo estará bien
cuando parece que todo está muerto, acabado.
La mejor manera de confiar y apoyarse en alguien
es tener una buena amiga que sabes siempre estará a tu lado.
Mujer, que con una sonrisa le das color a la rutina,
conquistas cada día con optimismo y seguridad.
Idiotas los que creen que tu lugar es la cama y la cocina,
patanes que no merecen tu encanto y feminidad.
Musa de incontables versos y melodías,
sin ti los hombres no podríamos crear arte.
Nos pasamos noches enteras y también días
tratando de expresar lo que sentimos al amarte.
Aunque no creo en Dios a veces me he puesto a dudar
pues cuesta creer que a mujeres tan divinas nadie las ha creado.
Cuesta creer que nadie les ha enseñado a entregar
todo el amor que tienen a algún tipo afortunado.
Son mi brújula, mujeres, que me muestran el mejor camino.
Por ustedes soy quien soy, y agradezco su existencia.
Aunque tal vez no merezca tanta belleza en mi destino
son ustedes mi motivo de seguir si me encuentro en decadencia.
Y si a veces flaqueas y no crees poder seguir,
cree en ti, porque siempre encontrarás una razón.
Puedes soportar lo que la vida te haga sentir,
un hombre es fuerte en cuerpo pero la mujer en corazón.
Cuando el mundo abra los ojos y al fin caiga en la cuenta,
de que el hombre ha errado en injustamente someterte:
Sólo entonces los humanos viviremos juntos en un planeta
sin guerras, injusticias, lleno de amor y donde se quiere la gente.
Me parece casi tan increíble como tu belleza
que luego de cientos de años aún muchos no puedan entender
que no eres tú el sexo débil, a pesar de tu delicadeza.
Que no hay paisaje, obra o ser vivo más hermoso que tú, mujer.
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miércoles, 20 de febrero de 2013
Vamos a ser libres
Vamos a saltarnos lo que queda de la valla,
Vamos a erizarnos la piel, a comernos las agallas.
Haremos lo que sea necesario para sobrevivir.
Sin la promesa de volver vamos a partir.
Flotando sobre el aire ya no estarán nuestros castillos,
Hurgaremos entre las desgastadas bolsas de nuestros
abrigos,
Algún rastro debe quedar de aquellos días de gloria;
¿Qué importa lo que hagamos? Ya no tenemos memoria.
Vamos a tentar a las probabilidades y a la suerte,
A balancearnos en la cuerda floja sobre la muerte.
Vamos a hartarnos de los placeres de la vida,
Y nos enamoraremos con pasión en cada esquina,
Amaremos como si no hubiera más mañanas qué pensar
O más ayeres de qué arrepentirnos, o momentos para
olvidar.
Sufriremos hambre, no habrá culpas del pasado,
Dormiremos sin más techo que el firmamento estrellado.
Es hora de hacer música, de cantar nuestras canciones,
De tirarnos en caída libre sin protectores.
Le escupiremos en la cara a los problemas,
Y lograremos que la imaginación sea una epidemia.
Haremos gala de nuestra intuición,
Vamos a apagar el cerebro y que nos guíe el corazón,
Y perseguiremos una quimera...
Nuestra propia quimera.
miércoles, 13 de febrero de 2013
Las fuerzas me abandonan, y te convoca mi memoria
El aire que nos envuelve hoy
es pesado,
Ya no eleva la hojarasca del
suelo
Y no logro encontrar algún
consuelo
En el pozo de retazos del
pasado.
A veces no tienen explicación
las cosas,
A veces el aroma de su pelo
vuelve,
Y los fósforos dentro de mí se
encienden,
Yo me declaro viva cuando tú
me tocas.
Por las mejillas resbalan
gotas de ti,
A paso firme mantengo el rumbo
fijo
Hacia un punto que no lleva a
ningún sitio
Entre senderos que no dejan de
gemir.
Si las canciones comienzan a
sonar tardías
Y mis sentidos ya no son su
brebaje,
Sus manos ya no sostienen mi
coraje
Y sus ojos ya no me recitan
poesía.
Si los cielos se nos cierran
Y el infierno se congela,
¿A dónde nos queda por ir?
No lo sabemos,
Simplemente nos tomamos
Y nos disponemos a partir.viernes, 8 de febrero de 2013
No puedo ser ni tu amigo.
Tenía un sueño memorable del que ya no me acuerdo cuando sin aviso un intermitente y ensordecedor pitido que sale a golpearme el tímpano desde mi celular me despierta. Instintivamente extiendo mi brazo izquierdo y lo apago. Se me ha olvidado por segunda semana consecutiva quitar la alarma de las ocho, si es sábado.
Los pájaros cantan como si quisiera escucharlos, el cuarto está oscuro gracias a la pintura negra que le niega el paso a la luz que ha viajado millones de kilómetros hasta mi ventana.
Todo pinta normal, pero no es el típico sábado, algo en el aire se respira distinto, como cuando el alba es más azul que roja en un día nublado. Como cuando se presiente algo que inquieta. No me quiero levantar pero es necesario. Sirvo croquetas en el plato para que mi mascota calle los maullidos, y luego me doy cuenta de que estaba callada. Hasta creo que es porque sabe que algo hoy no encaja. Tomo un vaso de leche fría para calentar un poco mis nervios…y pensar.
El azúcar del pan es igual de dulce que siempre pero creo que mi boca no está para sabores cursis hoy.
Me siento en el sofá de la sala y todo parece tan igual que me debería dar gusto, pero no. Lo soleado del día contrasta con lo sombrío de mi mirada.
Buscar la razón de mi decadente sábado no me sirve, estoy en blanco. El reloj en la pared disfraza de tic-tacs la risa que le causa verme así. Como si él sí supiera por qué estoy con ánimos de nada, como si supiera por qué intento escribir poemas y no me salen.
Y cómo no le voy a causar gracia, si este bufón lleva ya tres horas y media actuando como mimo. Casi inerte de cuerpo y acelerado en pensamientos confusos, borrosos. El motivo de mi melancolía está oculto entre canciones e irrelevantes versos que las voces en mi cabeza me murmuran, pero no consigo dar con él.
No me dicen algo que me ayude, no me revelan algo nuevo. De nuevo intento ordenar lo que siento para usar puntos, comas y letras y ver si ellos saben decirme qué tengo. Enciendo mi celular, testigo mudo de todas mis locuras escritas a falta de ganas de usar tinta y papel, e intento conjugar, con el verbo que se deje, lo que me está pasando. Pasa el tiempo y nada aún. En un escape con la esperanza de hallarme a mí mismo en el pasado decido hurgar entre los cientos de poemas que tengo guardados en la pantalla. Y me encuentro con un escrito cuya nota puse de color rosa. Lo leo y entonces comprendo, es el último poema que te escribí. Ese que nunca te dí a leer. Ese que escribí el mismo día en que me dijeron que no querías volver a saber de mí. Silencio. Veo la fecha, y mis dudas se resuelven. Todo cobra sentido. Hace ya dos semanas que lo escribí, hace ya dos semanas que te has ido de mi vida. Y aprovechaste la fecha para regresar y amargarme el día. Me extrañaste tanto que asaltaste mi mente con tu recuerdo. ¿O será que yo te extrañaba e imaginé que estabas aquí?. Como haya sido, cumpliste tu objetivo. Sin embargo lo nuestro ya no puede ser. Ahora estoy con alguien y aunque su ausencia hoy permitió que me sintiera como si aún estuviera contigo, ella llegó a mi vida un sábado y ya no puedo ser, soledad, ni tu amigo.
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martes, 5 de febrero de 2013
Bien, aquí voy...
Un cerebro que no sabe mucho
acerca de nada. Un par de ojos que no han visto demasiado, que siempre intentan
mirar la vida desde un ángulo distinto, que incluso a veces lloran sin razón, sólo
por llorar, porque piensan que la tristeza es un placer.
Una mano que no suele
poner puntos sobre las íes, y un cuerpo al que no le gusta dormir antes de las
doce. Una mente que se resiste a que su envoltorio luzca artificial, y prefiere
ser ella misma al natural. Todo lo que hace, lo hace por una razón, no le gusta
actuar sin algo que le mueva.
Una sonrisa que sale a ver el sol cuando comienza
a sonar su canción favorita. Una piel que no se eriza si no es con algo que la
haga sentir viva, y un oído al que le gusta escuchar su propia versión. Unos
pies que siguen transitando caminos, guiados por una brújula que no apunta
hacia el norte ni hacia el sur ni hacia ningún lado.
Una foto que se mueve, y
sin embargo sigue igual, y se niega a resentir el paso de los años y de los
prejuicios de su alrededor. Que cree que después de todo este tiempo y siempre los dientes de león en la primavera seguirán significando renacer.
Alguien que está en constante búsqueda de su propio
rincón, que escribe para vivir e imagina para no morir. Alguien que nació un
día miércoles, y que un día miércoles vuelve a nacer aquí.
lunes, 4 de febrero de 2013
La libertad le dió muerte.
En un lugar muy lejano con un nombre muy extraño, vivía una sirena encerrada en una pecera, no sabía cómo había llegado ahí. Una semana tenía de estar entre aquellas seis paredes de vidrio...y lo único que podía hacer era pegar su nariz contra el vidrio y observar a sus captores. Tenían una rutina: la alimentaban una vez al día y luego revisaban el filtro que ronroneaba y era todo lo que ella escuchaba diario. Comparaba su larga cola azulada con las raras extremidades de los seres que la mantenían encerrada. No comprendía cómo podían desplazarse sin aletear y sin luchar contra la corriente. Era como si otro mundo empezara después de aquella dura e invisible barrera que le impedía hacer otra cosa más que nadar unos metros y extrañar su hogar. Irremediablemente sentía que moría de tristeza y añoranza por su vida anterior. Quería volver al mar, quería nadar con total libertad, pero tenía que conformarse con el pequeño espacio donde a penas podía desplazarse. Era una agonía incesante, dolorosa. No se suponía que estuviera allí. No se suponía que la tuvieran cautiva. El agua cada noche se enfriaba demasiado, y ella no era escuchada por nadie cuando sollozaba.
Un día, cuando estaba tal vez a punto de morir de tristeza, alguien notó su estado de ánimo. Sus ojos estaban a punto de cerrarse por completo, y su respiración era débil. Era un joven de pelo negro y ojos marrón. No había nadie en la habitación y entonces se acercó y tocó el cristal como si de una puerta se tratase. Consternado, vio cómo la criatura reaccionaba al sonido. Comenzó a sentir lástima, y recordó que probablemente, muy probablemente, esa criatura tendría sentimientos. Lo pensó dos veces, pero al final, terminó cediendo a sus principios, y pensó que no le haría mal sacar un poco a la 'criatura' a la alberca del lugar. Presionó un botón y una compuerta se empezó a abrir al tiempo que se escuchaba el ruido de un motor. La sirena creyó que le haría daño y nadó hasta el rincón de la pecera, alejándose lo más que podía del extraño que, con una expresión de compasión, le extendía la mano en señal de solidaridad. Pero ella no correspondió; saltó sobre el joven y haciendo crecer de repente unas largas uñas en sus manos, rebanó su yugular, haciendo que él cayera hacia atrás mientras la sangre salía a borbotones de su cuello. Ella nunca había hecho daño y menos matado a alguien, o algo. Se sentía segura aunque impactada por tener la sangre del muchacho, tibia aún, por todo su cuerpo.
Entonces sintió cómo le faltaba el oxígeno. Sus branquias se abrían al máximo cada vez más rápidamente e intentaba regresar a su prisión de cristal donde segundos antes se encontraba. Se sumergió nuevamente en el agua, no sin antes percibir un aroma salado que ella conocía bien. Con la compuerta superior aún abierta, se asomó luego de incorporarse tras unos minutos, divisó una ventana que era atravesada por un rayo de luz, a unos 3 metros de ella. En el horizonte logro ver al fin en donde se encontraba; era un barco, seguramente. Así les llamaban todos en la Atlántida. Tenían prohibido acercarse a ellos. Pero lo importante era ahora para ella cómo regresar al mar. Sólo tenía que lograr arrastrarse hacia la borda y saltar sobre ella para volver a donde siempre había pertenecido. Con las pocas fuerzas que tenía pero con una nueva esperanza, se atrevió a salir del agua para arrastrarse hacia su libertad...La madera áspera hacía que sus escamas quedaran en el suelo. Cada vez se sentía con menos fuerzas, se sentía desesperada. Sin embargo la borda se veía cada vez más cerca. De nuevo sus bránqueas parecían quedarse sin energía, y su corazón estaba dando lo que quizás eran sus últimos latidos.
Al fin había llegado. Iba a dar el salto definitivo, cuando un pescador la vio, y preparó su arpón. El tiempo se detuvo, y los ojos de la criatura fueron a parar directo con los del hombre que sostenía su vida en sus manos. A la luz de la luna, la piel de la sirena era aún más blanca, como bañada en leche. Sus ojos eran del azul más puro, como el azul de las profundidades del océano. Su cabello, de un rubio casi blanco, goteaba y era agitado de vez en cuando por las débiles ráfagas de aire que osaban ultrajar el silencio y la calma del lugar. Ambos permanecieron inmóviles por largo rato... El hombre, que tenía un ojo de vidrio y una prótesis de madera en una pierna, admiró la belleza de la sirena por un momento. Y casi en un segundo sintió misericordia...pero sus costumbres de matar se hicieron presentes. La iba a matar. Lo sabía. Y ella también. Asustada, sacó fuerzas de lo más recóndito de su agonía y saltó al tiempo que el viejo jalaba del gatillo. El arpón salió disparado hacia ella, pero no lo suficiente para hacerle daño. Pasó rozando uno de sus menudos brazos, dejando una pequeña herida. Pero para la sirena ya era tarde. Había pasado demasiado tiempo fuera del agua, y cuando por fin terminó la caída y tocó las aguas del mar, su cuerpo estaba ya sin vida. Las otras sirenas de la Atlántida encontraron su cuerpo. Era la princesa de aquel reino subacuático, Danámora. Desde entonces su padre, el rey Céano, le dio la voz más hermosa a las sirenas, y las envía cada noche a atraer y cazar marineros, para que venguen la muerte de su hija, metiéndolos en peceras llenas de agua. Dejándolos morir al quedarse sin oxígeno. Haciéndoles una marca en los brazos primero.
Autores: Daniela Potter y Ántic Mar
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