Necesito soltar
mi mano un momento y buscar bajo la almohada todo lo que un día no dije. Mi
fiel confidente no habla, ella no dice nada, ella solo calla y escucha. El
cielo no es claro para mí, las cosas no pintan bien. Necesito un respiro para
poder pensar. No, no quiero hablar. No, no quiero callar más. Todo ha sido una
treta y es momento de que el telón caiga. ¿Alguien quiere pasarme esa daga?
Necesito desatar mis manos, necesito agua para refrescar mi boca.
Sí, esto va para
largo. O tal vez no, monstruosamente breve.
Cuando dije
que lo quería, era para siempre, pero él no lo entendió. Tal vez
olvidé decirlo en voz alta... Sin embargo mi corazón latía desbocado. ¿Qué
ha cambiado? No, nadie responde. Estoy cansada de pensar que el problema
soy yo, pero casualmente la única constante en esta historia es mi presencia.
Quiero cerrar
los ojos.Antes la vida era sencilla, lo recuerdo tan bien. Cuando
vivía en mi burbuja. Cuando una cosa no podía ser absurda e importante a la vez. Cuando llovía solo
para alegrar la tierra, para que los ríos crecieran. Los
años le quitan el sentido a la vida, porque mientras más vives, más te das
cuenta de que el mundo que te rodea no son poesía y música. Y a pesar de todo, me atrevo a seguir cantando. Sí, a mi me tocaron buenos tiempos.
A tientas voy
por la oscuridad, yo solo quiero encontrar su mano. Pero encuentro otras cosas
por ahí. ¿Existe el destino? Ya sé que no. ¿Entonces qué es lo que me
sorprende? Extraña y bendita casualidad.
Darle un sorbo a
la taza de café; se ha enfriado. Todo esto ha pasado tras bambalinas,
fueron susurros lanzados al viento, trazos perdidos tras una carta de
aceptación a la universidad.
Mientras termina
este monólogo he encontrado otra constante inminente en la historia de mi vida:
el tiempo.
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