miércoles, 6 de marzo de 2013

Quiero apedrear el zaguán de las causas perdidas


Necesito soltar mi mano un momento y buscar bajo la almohada todo lo que un día no dije. Mi fiel confidente no habla, ella no dice nada, ella solo calla y escucha. El cielo no es claro para mí, las cosas no pintan bien. Necesito un respiro para poder pensar. No, no quiero hablar. No, no quiero callar más. Todo ha sido una treta y es momento de que el telón caiga. ¿Alguien quiere pasarme esa daga? Necesito desatar mis manos, necesito agua para refrescar mi boca.

Sí, esto va para largo. O tal vez no, monstruosamente breve.

Cuando dije que lo quería, era para siempre, pero él no lo entendió. Tal vez olvidé decirlo en voz alta... Sin embargo mi corazón latía desbocado. ¿Qué ha cambiado? No, nadie responde. Estoy cansada de pensar que el problema soy yo, pero casualmente la única constante en esta historia es mi presencia.

Quiero cerrar los ojos.Antes la vida era sencilla, lo recuerdo tan bien. Cuando vivía en mi burbuja. Cuando una cosa no podía ser absurda e importante a la vez. Cuando llovía solo para alegrar la tierra, para que los ríos crecieran. Los años le quitan el sentido a la vida, porque mientras más vives, más te das cuenta de que el mundo que te rodea no son poesía y música. Y a pesar de todo, me atrevo a seguir cantando. Sí, a mi me tocaron buenos tiempos.

A tientas voy por la oscuridad, yo solo quiero encontrar su mano. Pero encuentro otras cosas por ahí. ¿Existe el destino? Ya sé que no. ¿Entonces qué es lo que me sorprende? Extraña y bendita casualidad.

Darle un sorbo a la taza de café; se ha enfriado. Todo esto ha pasado tras bambalinas, fueron susurros lanzados al viento, trazos perdidos tras una carta de aceptación a la universidad.

Mientras termina este monólogo he encontrado otra constante inminente en la historia de mi vida: el tiempo.


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