¿A dónde me dirijo? No lo sé,
da igual hacia dónde gire usted el puñetero timón. Quisiera saber a cuántos
grados se congela la esperanza; hoy está helando allá afuera. ¿Sabe que pienso?
Que entre más vive uno la vida, más difusa se ve, y los sueños que tenía uno ahora
sirven para limpiarse el culo. Que nomás nos llenaban la cabeza de ideales muy
arriba, con los pies bien lejos de la tierra. Tiene uno que salir a darse
cuenta de que todo es muy distinto. Que aunque queramos y tratemos y chillemos y
juremos que vamos a seguir un modelo diferente, el sistema nos domestica a todos,
y termina por agarrar esos sueños y apalearlos hasta dejarlos ciegos, sordos y
mudos. El concepto de todas las cosas ya no es el mismo, no no no, porque
parece que nos han puesto unos ojos nuevos. Las cosas banas y superfluas que
antes nos preocupaban ya no nos molestan. Y ahora uno se da cuenta de las
cosas, de toda la mierda en la que ha estado inmerso tanto tiempo, e intenta
quitarse el fétido olor que se le ha pegado a uno por todos lados. Y sin darnos
cuenta, vamos hacia donde no queríamos. ¿A dónde va Vicente? A donde va toda la
gente. Somos un rebaño. Somos acarreados, y no queremos pensar qué hay más
allá. ¿A dónde me dirijo? Yo qué sé. Sólo sé que quiero ir a donde van las
putas.